Historias de un Profe Novato: de cómo una niña de 6 años me enseñó lo que es una inecuación

Oro parece, plata no es…

En la academia donde trabajo, los viernes se presta un servicio especial que llamamos aula de estudio. Ésta es una clase a la que los alumnos van de forma voluntaria para estudiar y repasar, y en la que tienen a un profesor a su disposición dispuesto a ser acribillado a preguntas de cualquier tipo, razón por la que a mí me gusta más llamarla pasapalabra.

Este viernes me tocó a mí la clase de pasapalabra, y me ocurrió algo bastante curioso. Una de las asistentes era una alumna del curso de Acceso a la Universidad para mayores de 25 años que vino con su hija, pues supongo que no tendría con quién dejarla. La pobre chiquilla se portó bastante bien, sobre todo teniendo en cuenta que estaba en una clase de matemáticas de nivel de bachillerato que debería interesarle más bien poco, y en la que yo trataba de explicar cosas que a ella debían sonarle como un soneto de Cervantes en chino cantonés.

En un momento de la clase yo estaba explicando inecuaciones, y se me ocurrió poner un ejemplo sencillo que aún recuerdo. Escribí en la pizarra 5x + 3 < 3x – 2 con idea de resolverlo paso a paso, pero pensé que, antes de llegar a la solución, debía asegurarme de que los alumnos sabían qué era esto que yo había escrito.

Así que les dije «esto que está escrito en la pizarra representa un valor que no conocemos y que debe cumplir una condición: que cinco veces él, más tres, debe ser más pequeño que tres veces él, menos dos. Por lo tanto, resolver una inecuación es simplemente encontrar unos números que no conocemos y que cumplen una condición determinada.»

Hice una pequeña pausa para comprobar si los chavales se estaban enterando de lo que decía, y en ese momento la hija de mi alumna me miró y, con una sonrisa dibujada en la cara, me dijo «entonces, ¿es como una adivinanza?«.

Correspondiéndola con una sonrisa de oreja a oreja, le dije que sí, que una inecuación era exactamente eso: una adivinanza.

Y, sinceramente, creo que yo no lo podría haber explicado mejor.

Lo publicó Javier Oribe Moreno en El Máquina de Turing