El ‘anumerismo’ también es incultura
El Máquina de Turing sale brevemente de su letargo para hacerse eco de este magnífico artículo sobre anumerismo que ha salido publicado hoy en El País.
Que lo disfruten.
El ‘anumerismo’ también es incultura
Saber pocas matemáticas nos convierte en ciudadanos más manipulables – El desconocimiento de los números carece del reproche social que provocan otras ignorancias
BERNARDO MARÍN 06/04/2011
Comprar un décimo a Doña Manolita «porque ahí cae mucho» sin tener en cuenta la enorme cantidad de números que despacha esa administración de lotería. Traducir del inglés la palabra billion por «billón» sin considerar que en español ese término designa una cifra mil veces mayor. Asumir sin el menor sentido crítico el titular «ocho autonomías, por debajo de la media en gasto sanitario», sin preguntarnos qué tendrá de extraordinario la noticia.
Estos tres ejemplos son síntomas de anumerismo, la incapacidad en diversos grados para desenvolvernos en el universo de las cifras. La palabra la popularizó hace 23 años el matemático estadounidense John Allen Paulos en El hombre anumérico (Tusquets), un ensayo que ya es un clásico. Y aunque el término no ha entrado en el diccionario, describe una realidad vigente, un tipo de ignorancia que puede afectar a personas cultísimas en otras ramas del saber. Su precio, según Paulos, es alto. «Usted puede elegir entre tener o no ciertas nociones numéricas pero si no las tiene será más manipulable». Y más proclive a dejarse engañar por charlatanes y pseudocientíficos. Lea el resto del atrículo (original) aquí.
¿Qué es el Anumerismo?
Es de sobra conocido por todos que las matemáticas es probablemente la rama del conocimiento humano que más reacciones alérgicas provoca en la gran mayoría de las personas, independientemente de su origen social y su nivel cultural y de formación académica. Y si lo pensamos bien, en realidad es natural que esto ocurra.
Las matemáticas han sido tradicionalmente el coco de las asignaturas a cualquier nivel de estudios: una materia fría, abstracta, gris y de gran dificultad, impartida normalmente por profesores aún más grises, fríos y abstractos, que costaba la misma vida aprobar, y que además no tenía mucha utilidad práctica salvo para los alumnos orientados a las ciencias (exceptuando quizá el saber calcular bien la vuelta en la panadería o los días que nos quedaban para que llegaran las vacaciones). Y es que una de las grandes verdades que todo alumno conoce es que nadie ha visto nunca a un logaritmo andando por el pasillo. Si a todo esto le añadimos que en nuestra sociedad occidental escasean elementos culturales que puedan dotar de prestigio a esta materia, al contrario de lo que ocurre con las artes, las ciencias, la economía, el derecho, etc., es fácil entender el porqué de esta aversión.
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